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La recuperación de la policromía original del fumadero devuelve a los visitantes a este Patrimonio Mundial la esencia de la vivienda de finales del XIX
En la primera casa de Gaudí han comenzado el año a punta de bisturí, y es que, tras un parón en 2020, este Patrimonio Mundial UNESCO retoma su compromiso de recuperar al máximo las estancias gaudinianas de la casa, tal y como el arquitecto las concibió en 1885.
Durante el gran trabajo de restauración y rehabilitación que se realizó en Casa Vicens entre 2015 y 2017 con el objetivo de convertir esta casa privada en casa museo se descubrió, pocos meses antes de abrir las puertas al público, que el color crema con toques dorados que predominaba en la estancia del fumadero no era el color original. Gracias a un sistema de calas se reveló que tanto la parte superior de las paredes, decorada con azulejos de cartón piedra, como el sorprendente techo de mocárabes de yeso, presentaban una rica policromía azul de fondo, diferentes tonalidades de verde para las hojas de palmera y dorado para detalles de los relieves.
La retirada de toda esa policromía posterior a Gaudí se ha de hacer como si se tratase de una operación quirúrgica, muy lentamente con un bisturí, por lo que supuso una tarea titánica en 2017, donde varios equipos trabajaron de manera continuada para recuperar el color original en gran parte de la superficie. Sin embargo, no fue suficiente tiempo para retirar toda esa tonalidad crema, por ello, poco a poco desde entonces se realizan tareas de restauración en esta estancia, siendo la más intensa la realizada en enero de 2019 que permitió recuperar en su totalidad la policromía original del techo. En esta ocasión, del 10 al 18 de enero de 2022, la Casa Vicens permanecerá cerrada a los visitantes y será la pared situada en el lado este de la sala fumadero la protagonista de los trabajos de restauración y conservación donde se eliminará la capa de pintura de color crema y se intervendrá para fijar la original policromía de color azul.
En palabras de su director, Emili Masferrer “recuperar la esencia del fumadero es un objetivo vigente desde que abrimos en 2017, la intervención en esta sala es muy compleja no solo por las dimensiones, también por la delicadeza del material, por eso se realiza principalmente en días en los que estamos cerrados al público para no interferir en las visitas”.
Cabe destacar que la sala fumadero es la sala más icónica de la Casa Vicens, con apenas 10 metros cuadrados de superficie condensa la visión romántica que a finales del siglo XIX se tenía del mundo oriental, además es un espacio donde Gaudí nos invita a despertar los sentidos de la vista, el tacto e incluso el olfato, a través de la sugerente policromía de los elementos decorativos, las texturas de los materiales y los efectos embriagadores de los aromas de tabaco.
Contexto de la sala fumadero
Hablar del fumadero de la Casa Vicens es hablar del gusto por el mundo oriental y el exotismo que se puso de moda en toda Europa en el siglo XIX y que se dejó sentir en todas las manifestaciones artísticas. La fascinación del hombre occidental por lo oriental está fuertemente vinculada al movimiento romántico y asienta sus bases en la política colonial por parte de las potencias europeas. En España, esta política fija su atención en África, y a través de la prensa se divulgaron hábitos, costumbres, indumentarias… de sus habitantes, propiciando el acceso a numerosos grabados y litografías con escenas orientales que ayudaron a cautivar la imaginación del individuo europeo. Del mismo modo, surgen numerosas publicaciones y estudios en torno a ese mundo todavía desconocido.
En este contexto, aparece en la arquitectura doméstica occidental una estancia especial, asociada al consumo de tabaco, con una decoración que demuestra el interés decimonónico y la fascinación por el exotismo y lo lejano, puesto que habitualmente dichos aposentos estarán ornamentados con elementos orientales, para crear un ambiente alusivo a un Oriente romántico idealizado, surgido de la imaginación y la fantasía. Este particular espacio incorporado en los ambientes domésticos —que se conoce en Francia como fumoir y en Inglaterra como smoking-room— tomará el nombre de fumadero, salón árabe, sala turca o gabinete oriental, y se puso de moda en toda Europa en el siglo XIX en las casas de los ricos propietarios. Evidentemente, está estrechamente vinculado al hábito de fumar.
A pesar de que el tabaco llegó a Europa con el descubrimiento del continente americano, no será hasta el siglo XIX cuando se generalice su consumo, importado ahora desde Oriente, de donde tomará los motivos de su imaginario. Fue durante la Revolución Industrial cuando este producto se popularizó, teniendo lugar una producción y una comercialización masiva.
Fumar cigarros era una actividad asociada a la exclusividad, al lujo, al elitismo, aunque las molestias provocadas por el olor de tabaco fueron una preocupación constante durante el siglo XIX, de modo que se planificaba la ventilación de estos espacios en la concepción arquitectónica de la casa. Por este motivo se incorporó al ámbito doméstico una habitación especial para desarrollar esta actividad que tenía que proporcionar otros alicientes más allá de ser un lugar donde retirarse a fumar.
Este espacio, además, representa en el contexto de la arquitectura doméstica del siglo XIX otro ejemplo más de la clara división de los espacios masculinos y femeninos, dado que este espacio tenía un uso fundamentalmente masculino. El fumadero se configura como un lugar privado destinado a los hombres, donde podían solazarse con entera libertad, hablar de negocios, leer, descansar y disfrutar del tabaco, en una atmósfera de confort y con una decoración adecuada para un ambiente masculino, generalmente inspirada en el mundo oriental. En España, la decoración de este aposento se vinculó al estilo arabizante, fuertemente influido por la herencia musulmana.